La decisión de convivir no debe tomarse nunca a la ligera, por mucho enamoramiento que se sienta, pues si no se piensa y prepara bien, puede dar al traste con las esperanzas de que esa pareja dure y fructifique con los años. A veces es mejor seguir viviendo cada uno en su casa y darse tiempo para conocerse y adaptarse.
Al enamorarse uno idealiza al otro a partir de unas cuantas cualidades. Pero se quita importancia a otros aspectos que son muy importantes para convivir.
Mientras no se convive la relación se realiza en una sucesión de encuentros que se procura que sean felices, especiales, pero la convivencia implica compartir casi todo el día libre, una mayor dependencia, rutinas. Surgen nuevas responsabilidades como limpiar, cocinar, hacer la compra, el cuidar del otro, o planificar juntos muchas tareas. Y ahí surgen muchas posibilidades de vivir conflictos.
Por eso es necesario evaluar que se gana y que se pierde con la decisión de vivir juntos.
El nidito de amor se puede convertir en una prisión que ahogue y que haga odiar a quien más queremos, pues podemos vivir sus rasgos de carácter y sus hábitos como muestras de desamor. Y no tienen por que ser tales sino que esa persona actúe como era antes de convivir y no esté capacitada para los cambios que se le piden.
Algunas personas han vivido mucho tiempo solas y compartir su espacio les resulta una invasión intolerable. O les cueste mucho cambiar de hábitos: desayunar solos, uso del baño, poner música a su gusto, visitas de amigos o familiares, la decoración de la casa, el uso del teléfono o de la luz. Quizás necesiten tiempo a solas, con sus ritmos y su orden-desorden.
No se puede ir a convivir pensando que el otro se va a adaptar a mí, sino que la adaptación tendrá que ser mutua, y siendo realistas, teniendo en cuenta las características de cada uno, y su historia anterior de convivencias. No es lo mismo el que fue hijo único, que nunca compartió ni su cuarto, o el que tiene mucho egocentrismo y tiende a dominar.
Para algunos es fácil compartir cosas porque no les dan apenas valor. Otros pueden ser supermaniáticos con el cuidado de los objetos, con que nada se manche, se deteriore, o se rompa.
Convivir no se basa solo en un acto de buena voluntad, o de amor, sino que tiene sus propias reglas. Por eso no debe hacerse a ciegas y valorar si ambos van a poder tener mucho respeto al otro (su estilo de vida, sus necesidades, sus gustos), saber lidiar con los conflictos de intereses, ser tolerantes y generosos, y sobre todo dar libertad.
publicado en Zero 59