domingo, 25 de noviembre de 2007

Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor


Esta película mejicana, de 2003, fue realizada por Julian Hernández, y ganó el premio Teddy a la mejor película de temática homosexual del Festival de Cine de Berlin, en el mismo año. El título está sacado de un poema de Pasolini: La persecución.
Aunque tiene aciertos de buen cine, como la fotografía, el Blanco y Negro, que ayuda a crear un ambiente de desolación, se hace un poco morosa.
El personaje, Gerardo, es demasiado apático, a pesar de estar enamorado, y su pasión se convierte en una búsqueda demasiado vacía y pobre.Con 17 ha encontrado por primera vez lo que cree que es amor, en un encuentro casual con Bruno, que a los dos días pasa de él, escribiéndole una carta de despedida. Gerardo irá buscando entre sus amigos quien la ayude a comprenderla. Y caerá en situaciones de abuso y maltrato en su búsqueda por la Ciudad de México, de alguien que representa todo lo que no tuvo nunca a lo largo de su vida: amor o ternura . Busca, desde su gran carencia como persona, entre quienes no le pueden dar tampoco mucho, pues también están muy carenciados.
A pesar del premio que le dieron como mejor película homosexual en la Berlinale, jamás la hubiera premiado por la visión tan deprimente y triste que se da de la homosexualidad. Me recuerda a otra época en que las películas de gays tenían que ser así, con todos los personajes tristes, desgraciados, que no pueden vivir una vida bonita, o digna, que tienen que autodestruirse o al menos morir infelices. Eran películas que interiorizaban la homofobia social, y transmitían la imagen de lo gay que quiere tener la sociedad heterosexista.
Creo que un adolescente gay solo podría sacar de esta película el mensaje de que ser gay es un horror, que se sufre mucho cuando se intenta alcanzar el amor y que lo único que uno puede esperar de otros hombres es sexo y que pasen de ti. Un mensaje realmente desalentador, que afortunadamente va cambiando.
Pero las críticas que he leido, desde México, la valoran como una buena película gay, por no caer en "la perversión, o en el escándalo", o por considerarla que representa el desengaño amoroso, "trascendiendo el hecho homosexual".
Creo que confirma a la sociedad en general, y a los propios gays en particular, lo que muchos suponen: que el amor entre gays es imposible, que los gays solo piensan en el sexo, y que en todo caso somos seres atormentados, desgraciados y tristes.
Lo cual es absolutamente incierto, pues somos personas, en general, con gran capacidad de amor, aunque algunos puedan estar muy heridos a causa del abuso que ha realizado a su persona la sociedad homófoba.

martes, 20 de noviembre de 2007

¿A casa por Navidad?

La Navidad es una época en la que la pareja gay se pone a prueba. Los diversos conflictos y situaciones familiares que se le pueden presentar obligan a sus integrantes a tener que tomar algunas decisiones: si van de visita a casa de sus padres, dejando sólo al compañero; si van juntos como pareja; si siguen fingiendo que son sólo compañeros de piso o buenos amigos...
Estas decisiones implican a los dos, y no se deben zanjar con: “es mi familia y a ti eso no te incumbe”; pues si que afecta a ambos, y mucho. En un ambiente de diálogo se pueden encontrar las mejores soluciones para cada uno y para la pareja. Teniendo en cuenta que la familia actual es la formada con el otro, y es a la que hay que dar prioridad. Aunque la sociedad no la reconozca. Es la familia de elección ( que se amplia con los verdaderos amigos). Con esta familia es con la que hay que pasar la Navidad, y con los miembros de la familia de origen que nos acepten de verdad y nos quieran.
Todos necesitamos el apoyo de nuestros padres y hermanos, y cuando no se tiene, vamos cojos por la vida, e inseguros, hasta que nos recuperamos de dicha carencia. Por eso es tan difícil prescindir de ellos, incluso cuando nos hacen daño. Tenemos que aprender a crecer siguiendo el propio camino. Aunque les perdamos durante la marcha.
Para muchos gays fue necesario alejarse de la familia para poder vivir su homosexualidad, y es posible que aún no hayan dicho nada en casa. Reencontrarse en familia puede ser fuente de tensión, de nuevas mentiras, de pasar un mal trago, sintiendo que hay que negarse de nuevo; para poder, así, disfrutar de esos “días que hay que pasar en familia”. Obligatoriamente, por que la sociedad presiona para que sea así.
Por eso para mucha gente, gays o no, estos días son deprimentes, pues evidencian un vacío familiar, una falsedad, un desamor, que los hacen insoportables. Sobre todo rodeados de gente que se empeña en que la familia es lo mejor y que eso es lo adecuado y normal.
Un de las políticas típicas en casa es: “mejor que no digas nada de tu vida y pasemos la fiesta en paz”. Esto hace un daño tremendo a la propia autoestima. Hace sentir que uno no tiene los mismos derechos que los demás, que es culpable de algo, y que, encima, les puede hacer daño simplemente “siendo el que uno es”. Por que se ama a otro hombre.
Por eso merece plantearse si ya es hora de salir del armario ante ellos. Que no pase otra Navidad de ocultación y de falsedades. Ya que puede ser preferible ni siquiera ir a ese simulacro de familia feliz.
Por supuesto que no creo que haya que salir del armario en plena comida de Navidad, y menos delante del novio, al que se ha presentado como “un amigo que estaba solo ese día, y me lo he traído”. Habría que hacerlo con tiempo y permitir que la familia reaccione y lo pueda digerir.
Y no estaría de más que este año, si la cena de Navidad o la comida, se hacen normalmente en casa de uno de los hermanos, se propusiera hacerla en la propia casa. No dar por hecho el no. Ni tampoco que les vaya a parecer mala idea. Si es así que se aguanten o que lo digan. Pero no hay que estar considerándose como de una especie inferior, por vivir una forma de relación diferente, que quizás es más amorosa y verdadera que la familia de origen.

octubre 2002
Zero 46

jueves, 15 de noviembre de 2007

Navidades depresivas

Las fechas navideñas se asocian a la alegría, como si de un fenómeno meteorológico se tratara. Llegan las fiestas y se nos tiene que poner la cara de sonrisa. Así, por las buenas. Por que lo diga el calendario (y nos recuerda todo el mundo). No pudiendo ser de otra manera. Si no seríamos unos extravagantes o extraños.
En su origen religioso, pudo tener algo de sentido esta felicitación, por lo del nacimiento de Dios y esas cosas, pero en el mundo laico en que vivimos, no tiene ninguno. ¿Que nos feliciten por que llega una época en la que tenemos que gastar mucho, comprar regalos, comer un montón, con un montón de gente (del trabajo, de la familia), organizar o participar en fiestas masivas…? ¿Que tengamos que aguantar el papanatismo de la supuesta bondad navideña, con los telefilmes de Papá Noel y de regalos y milagros alrededor de arbolitos de navidad?
Para los niños pueden ser unas jornadas de ilusión por todo el tema de los regalos, de los inventos de reyes magos y papás Noel, y que las calles se decoran con muchas luminarias y se sale mucho a la calle. Pero para los adultos no creo que sea más que una época de diversión obligatoria, de la que cuesta substraerse, por la fuerza que tiene socialmente.
Y encima la cantinela de las bondades del reencuentro familiar, y de lo importante que es comer juntos, a toda costa. Cuando una gran mayoría de las familias ni se aguantan, ni son felices juntos.
Lo malo es que esta idealización generalizada de la familia, de la felicidad de estas fechas, hace que bastantes personas se sientan mal por que no sienten nada de eso y se sienten raras, inadecuadas o impotentes para ser como los demás. Cuando los demás, en gran parte, simulan felicidad en un gran teatro colectivo.
Por otra parte, para cierta gente, estos días son de tristeza, por lo que tienen de echar de menos a personas queridas, que desaparecieron de sus vidas. O por que hacen balance y se dan cuenta de realidades no alcanzadas (proyectos no realizados, no tener pareja, verse solos…) y entre todo eso y que la realidad se mueve de forma vertiginosa, sin ayudarnos a encontrarnos a nosotros mismos...y que hay menos luz solar y hace más frío…
Para los gays y lesbianas es un momento de poner a prueba la aceptación familiar, por que qué haces con la pareja en esos días. ¿Le pides a tu familia que le inviten a la comida de navidad? Por que muchos padres siguen la política de saber, pero no querer ni ver, ni oír, ni tocar.
No quiero dar a entender que este tiempo es de pura hipocresía, pues es verdad que ya que uno a veces no puede hacer nada más que adaptarse, sí que puede expresar su propia alegría, o su bondad a las personas que verdaderamente quiere (sean amigos, pareja o familia) y aprovechar que es periodo de vacaciones y fiestas, para disfrutar un poco. Lo que sí quiero decir es que no pueden obligarnos a sentir lo que no sentimos, y que de alguna manera, la presión social puede, incluso, aumentar sentimientos depresivos previos, y favorecer la tristeza y el malestar.
Por eso es importante hacer lo que realmente nos apetezca, sabiendo que no tenemos que ser los únicos que no quieran entrar en una dinámica de diversión obligatoria, o al menos diversión consumista y estandarizada. Que si nos deprime este ambiente, buscar personas y ambientes que vayan más con nuestra idiosincrasia. Y que no pasa nada por no celebrar lo que no nos hace feliz.

Noviembre 2005
Zero 82

viernes, 9 de noviembre de 2007

Sobrevivir al desamor

Cuando se corta una relación y todavía seguimos amando, se vivencian momentos de un vacío terrible y de una soledad y un abandono que a veces nos hace plantearnos que no merece la pena seguir viviendo. Mucha gente, incluso se plantea el suicidio, más como una idea con la que jugar en la mente, que como algo a realizar.
Pero la vida sigue, y si tenemos una red de amigos de verdad, todo es mucho más fácil. No tenemos porqué sentirnos tan solos, ni tan abandonados. Y lo que toca es hacer el duelo por el ser querido perdido. Es decir tenemos que desligarnos de esa persona, rehacer nuestra personalidad sin él, resituarnos ante el mundo de esta nueva manera, y si es posible aprovechar ese momento de crisis para crecer en autonomía y en libertad. Muchos de los sentimientos que se tienen provienen de la dependencia hacia el ser amado, de lo que habíamos “puesto” en él y que ahora se ha perdido. Es como si perdiéramos una parte de nuestro ser que se ha ido, y que tenemos que recuperar. A veces son funciones que delegamos en esa persona (decisiones de salidas, de sitios a donde ir, de la forma de quedar con amigos, de tareas hogareñas). También perdemos la vitalidad que nos aportaba, la ilusión por las cosas, el propio estado de enamoramiento compartido y correspondido.
Para muchos es sorprendente como van poco a poco recuperando capacidades que durante el tiempo que se estuvo en pareja, parecían que no se tenían o que se perdieron. Capacidades que se fueron dejando atrás porque al otro no le gustaban mucho, o porque no se podían compartir con él. Sobre todo las personas que tienden a ceder por su carácter más dócil o bondadoso, o que evitan conflictos cediendo.
Recuperar autonomía es importante para no volver a caer en una relación que tenía un estilo muy dependiente, y para sentir que la vida tiene sentido en sí misma, sin tener que estar siempre con alguien. Por eso es bueno darse tiempo para reconstruirse y no caer en un enamoramiento-parche, que tape el agujero dejado por el otro, sin que nos solucionemos por dentro.
La vivencia de desvalorización producida por el abandono hace que muchos se vean feos, viejos, sin futuro, sin atractivos ni cualidades. No es la hora del gimnasio, ni del lifting, sino la de reencontrarse con uno mismo, saber lo que se quiere en la vida, sentirse a uno mismo plenamente, estar orgulloso de levantarse por las mañanas y respirar. De contemplar la naturaleza y sentirse uno con ella y sentirse un ser cargado de sentido, de personalidad, de cualidades y defectos que merecen la pena vivirse y mejorarse.

Diciembre 2003
Zero 60