domingo, 20 de mayo de 2007

Le pillé con otro

Cuando se sufre una infidelidad, sin que esa posibilidad estuviera previamente pactada, es importante serenarse y no dramatizar en exceso, aunque nos haya dolido bastante.
Lo primero es (si no ha sido in fraganti) cerciorarse de que es verdad y que no es un mero indicio o sospecha. Pues en ese caso habría que esperar a comprobarlo, antes de acusar.
Siempre se puede hablar con la pareja de nuestra sospecha y de nuestro temor. Aunque nos lo niegue y simplemente nos acuse de celoso. Al menos esto sirve para dejar las cosas claras sobre el daño que nos haría una infidelidad.
Comprobado el hecho, lo siguiente es pensar en como nos sentimos y el daño que realmente nos hace. Sin dramatizar y sentirnos los más desgraciados del mundo. Mejor hablarlo con alguien con quien tengamos confianza de que nos va a escuchar y nos va a ayudar a reflexionar sobre la situación que vivimos.
Una infidelidad no es sinónimo de ruptura de pareja; es mejor no angustiarse en exceso, creyendo que va a haber una pérdida definitiva. Tampoco debe implicar un desvalorizarse por ello. Las necesidades, de nuestra pareja, de sexo o de otras relaciones no implican que no nos quiera, necesariamente, o que esté buscando un sustituto “porque ya no valemos”.La causa de esta infidelidad puede ser muy variada.
No le podemos dar todo y es posible que busque algo por fuera, pero que no tiene que ser comparable. Pues lo que tiene con nosotros es una relación completa, amorosa, incluso de convivencia. Y mientras no hable de separarse, es mejor afrontar la crisis, juntos, y buscar un reajuste, en el que la comunicación sea mejor.
Lo que sí puede poner de relieve esta situación es el grado de dependencia que tengamos, y de lo importante para nuestra autoestima que es la fidelidad de la pareja. Lo que yo valgo no debe depender de los devaneos de mi pareja, pues en todo caso es una necesidad suya. Que haya engañado, implica que no podía mostrarlo, que no supo o pudo explicarlo abiertamente o que es débil, no que quisiera hacernos daño.
Si comprobamos que juega con nosotros y nos engaña por que no nos quiere y sólo nos usa, en ese caso sí habrá que ir pensando en una posible separación.
Si tenemos pruebas de que nos quiere, entonces es mejor luchar por lo bueno de la pareja, para mejorarlo aún más.

mayo 2006
Zero 88

La familia avergonzada

Las salidas del armario ante los padres y hermanos, producen muchas reacciones en la familia, y una de ellas es la vergüenza.
Esta posición de vergüenza implica que la familia no ha aceptado completamente el hecho de la homosexualidad de su hijo o hija, que están muy influidos por la realidad heterosexista que les rodea y temen el rechazo social si los demás se enteran de que tienen un hijo gay. Incluso temen que les culpen de no haberlo hecho bien en su educación.
Los padres nunca están preparados para el hecho de tener un hijo gay, por que viven en la ilusión de que solo existe la heterosexualidad, de que esa es la norma. Que si eso ocurriera es como cuando te sale un hijo drogadicto o delincuente: una desgracia de la que hay que avergonzarse y ocultarla en secreto.
Con ese planteamiento, se les destroza su ilusión sobre su familia, sobre la realidad de ese hijo, sobre su futuro. Se ven influidos, en principio, por el imaginario social negativo, de que su hijo va a ser desgraciado, que va a vivir una vida disoluta, o al menos muy dura, que no van a ser abuelos…Están decepcionados y no pueden creer que tengan esta desgracia en casa. Que algo mal han debido de hacer. Buscan culpables. Se cabrean. Se sumergen en un mutismo destructivo, que les aísla de otros familiares, de hijos e incluso de su propia pareja. Se distancian de amigos.
No se atreven a salir del armario como padres de un gay o lesbiana, y tienen que afrontar los mismos prejuicios, injusticia, homofobia, que su propio hijo o hija. Tienen que ponerse en camino de aceptarse como padres de un chico o chica gay, a la vez que aceptan a su hijo.
Si permanecen en ese estado de no aceptación, sufren un deterioro personal y familiar, al no poder integrar esta nueva realidad en su vida cotidiana, familiar y social.
La señal de que lo van aceptando puede ser que lo hablan con otros familiares, o que están dispuestos a sacar el tema con el hijo, que le preguntan sobre su vida, sobre sus amigos o su pareja, que están dispuestos a incluirlos en reuniones familiares o les invitan a venir a casa. Y que incluso están dispuestos a implicarse en temas relacionados con la causa gay, como la manifestación del día del orgullo, o asisten a alguna charla de una asociación glbt. O que leen algún libro sobre el tema y quieren comentarlo con otras personas.

Abril 2005
Zero 76

Gueto sí, gueto no

La verdad es que la palabra gueto suena tan mal, que de entrada tendría que contestar que gueto no. Pues parece implicar un aislamiento forzado por la sociedad y asimilado por las víctimas, que se automarginan: nosotros.
No creo que se puedan llamar, ya, guetos a las formas de vida gay o los mundos gays que se crean en las grandes ciudades, con sus locales comerciales como centros institucionales de socialización. Son lugares muy abiertos, que no excluyen generalmente a los heteros (restaurantes, peluquerías, bares, calles, tiendas...) Y no son el único sitio de expresión de vida gay.
Permiten que la gente tenga la posibilidad de socializarse, en un ambiente protegido de rechazos y que favorece el contacto con otros gays que tienen ganas de ligar o de estar en un entorno donde expresarse y sentirse más seguros.
El llamado gueto tiene una función emancipadora y libertadora, en la medida que permite que los jóvenes (gays y lesbianas) aceleren su proceso de aceptación (le hace ver que no los “únicos”), y encuentren modelos y muestras de solidaridad con su propio proceso personal. El proceso de adquirir la propia identidad, de autoafirmarse como alguien valioso siendo gay (cuando la sociedad te rechaza) necesita de amigos, de la familia, pero también de sitios de encuentro. El mundo gay se ha diversificado, y da muchas posibilidades de conocimiento y elección.
La visibilidad que aporta influye tanto en los que lo frecuentan como en el resto de la sociedad, afirmando el derecho a existir sin su control, mostrando nuevas formas de pensar, de hacer, de lo que se puede ver. Para muchos que viven lejos de esos núcleos de reunión, el que sepan que existen, que pueden acudir ocasionalmente, si quieren, y que la sociedad va percibiendo nuevas formas de relación, les ayuda para poder dar pasos en sus propios lugares. Atreviéndose a destaparse, a expresarse sin tanto temor. Les da apoyo moral el saber que la sociedad tiene esa referencia de que existimos en masa.
Todo esto sirve como una lucha contra el silencio y el secreto, en la medida que se ha hecho tan abierto y visible. Algo fundamental para afrontar la opresión y el insulto de la sociedad. Permitiendo crear identidades colectivas positivas y afirmadoras. Y que el sujeto pueda tener un sentido de inclusión social. Aunque no se identifique completamente con el modelo que encuentra.
De hecho el gueto puede crear una cultura rígida y un tipo de modelos afectivos y sexuales que impliquen comportamientos fríos o de mutuo uso. Puede alienar a muchos por su no pertenencia al grupo hegemónico (joven, guapo, musculoso, a la moda).Potencia en exceso el consumismo, y lo comercial. Prescribiendo una cultura gay muy estrecha, que no refleja los valores y comportamientos tan variados como existen entre los gays.
Este inconveniente, es un inconveniente menor, en la medida que somos libres para seguir o no esas influencias, en la medida en que nos demos cuenta de esa determinación social de nuestras conductas. Pero las ventajas son hoy día mayores, en la medida que es necesario formar una colectividad visible, que nos ayude a defendernos del heterosexismo y la homofobia. Que interpele con su presencia a la sociedad, y nos permita vivir, mejor que peor, nuestras aspiraciones sexuales y afectivas.
El que existan estos lugares reservados (cada vez menos excluyentes) no nos obstaculizan para realizar nuestras vidas profesionales y familiares. Aunque para algunos signifiquen todavía una “doble vida”.
La vida social gay ha cambiado mucho en los últimos años y seguirá cambiando mucho más. No es un modelo cerrado, ni tampoco necesario. Dependerá del momento histórico que vivamos en relación a la sociedad. Y por ahora lo que no debemos es bajar la guardia, pues la homofobia sigue muy presente a nuestro alrededor, e incluso en nuestras propias cabezas.

Septiembre 2003
Zero 56

Miedo al amor

Hay personas que tienen gran dificultad para establecer un lazo afectivo en profundidad. Pueden tener muchas amistades, relacionarse de forma abierta y simpática con la gente. Ser extrovertidas. Pero a la hora de establecer un compromiso con otro, o intentar que la relación vaya a más, la cosa falla. Esto puede pasar desapercibido, al que le pasa, hasta que los otros le hagan ver que huye de una relación más fuerte.
Suelen ser personas que, inconscientemente, tienen miedo a la dependencia del otro. Procuran ser muy individualistas. Aparentan no necesitar a nadie en concreto. Pueden ir mariposeando en las relaciones, sin que parezca preocuparles establecer una continuidad. Y mientras sea posible ligar ocasionalmente, o tener ocupaciones que satisfagan el contacto con gente diversa, les parece suficiente. En el fondo están muy solos.
Detrás de este cuadro hay un problema narcisista. No significa, necesariamente, que esa persona esté todo el día pensando que es maravillosa, pues existe una desvalorización muy intensa. Lo que pasa es que está encerrada en su propia realidad, y se defiende de los otros. Le cuesta confiar en el amor del otro. Podemos decir que tiene miedo a ser amado. Y a amar. Este temor puede llevar a preferir no profundizar la relación. La vivencia de abandono sería catastrófica, si se produjese. Y es esta vivencia la que se intenta evitar a toda costa. La mejor forma de evitarlo: no tener lo que se puede perder. Vivir como si todos los amigos fueran intercambiables. Nadie es singular. No hay diferencias.
Muchas de las energías de estas personas van destinadas a demostrar su propia valía, en el terreno que sea: belleza física, en lo intelectual, en habilidades de todo tipo. El mundo se constituye para ellos en un gran escenario, en el que hay que estar actuando continuamente, dando lo máximo de sí mismos y sin descanso. Al otro sólo se le pide que actúe como espectador, que aplauda. Al quedar este otro en la penumbra, no es percibido en su verdadera realidad; es importante sólo como objeto que admire, no como sujeto, que siendo diferente, con su propia personalidad, pueda cuestionarnos, pueda rechazarnos.
Todos podemos tener algo de este tipo de personas. Y podemos usar al otro para esa admiración que necesitamos, en vez de considerarlo en sí mismo y tenerlo verdaderamente en cuenta, en una relación bidireccional.
Es necesario aprender a mirar de verdad al otro, escucharle, pensar en el con empatía, tenerle en cuenta, y confiar en que puedan ser sinceros sus afectos. Es necesario creer en el amor y aprender a no tener miedo a amar y ser amado.

Julio 2001
publicado en Zero 31